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Ángel Gustavo Feijóo supo de la existencia de los «Amigos de Agustín Penón y Marta Osorio» cuando vio el vídeo del acto que dirigió y organizó Marta González Novo en «Ámbito Cultural» con motivo del centenario del nacimiento de Penón, el 11 del pasado mes de noviembre.

Tuvimos la suerte de que se animara a contactar con nosotros y de que nos hiciera partícipes de su experiencia penoniana a través de su amistad y colaboración con Marta Osorio.

Nos alegra saber que hemos despertado de nuevo su pasión por Penón y por Marta, guardada en un cajón tras el impacto que le produjo el fallecimiento de la autora de «Miedo, olvido y fantasía» y de «El enigma de una muerte».

—Ángel, cómo conociste a Marta Osorio?

Un día del año 2004, en una biblioteca pública de Granada, se cruzó en mi vida un extraño y voluminoso libro de enigmático título; «Miedo, olvido y fantasía», editado por Marta Osorio en «Comares» y en el que, según se indicaba en la portada, se recogía la investigación de un tal Agustín Penón sobre la muerte de Federico García Lorca. Agustín Penón… Nunca había escuchado ese nombre.

Yo, interesado en la vida, la obra y la muerte del poeta, había leído mucho de lo que se había publicado sobre él, pero este libro era algo muy diferente… Acertó planamente Antonio Muñoz Molina cuando dijo en uno de sus artículos que «Miedo, olvido y fantasía» no se parece a ningún otro libro que se haya escrito sobre García Lorca.

La historia de Agustín Penón en la Granada de 1955 y 1956 y de su investigación emocionalmente suicida me impresionó de tal forma que sentí la imperiosa necesidad de saber más sobre aquella historia y sobre aquel hombre. Así, y dado que no pude encontrar ninguna otra fuente de información que satisficiera mi interés, me armé de valor, conseguí la dirección de Marta Osorio y en agosto de 2004 le envié una primera carta en la que, al margen de mostrarle mi admiración y agradecimiento por la publicación de ese libro, le planteaba muchas preguntas; ¿dónde se encontraba el archivo de Penón?, ¿sería posible consultarlo?, ¿se expondría al público en alguna ocasión?, ¿existía alguna otra información disponible sobre Agustín, libros, artículos, cualquier otra cosa?… Y sobre todo me interesaba saber qué había sido de Agustín después de abandonar Granada. No obtuve respuesta.

Justo un año después de mi primera carta, le envié una segunda, reiterando todo lo dicho y casi pidiéndole disculpas por mi insistencia. En las cartas yo le indicaba mi dirección, pero nunca le puse mi número de teléfono. Yo quería que ella me escribiera contestando a mis preguntas. Quería tener algo de ella. 

—¿Qué te hizo interesarte por su amistad?

Al igual que sobre Agustín Penón, yo no sabía nada sobre Marta Osorio salvo lo que ella misma relata en el prólogo del libro, «Historia de una investigación». En esas primeras páginas del libro Marta describe perfectamente a Agustín y también se describe, sin pretenderlo, a sí misma.

Inicialmente yo sólo pretendía obtener más información sobre esta historia, pero conocí a una persona excepcional, y tuve la inmensa suerte de disfrutar de su amistad hasta el día en que nos dejó. 

—¿Cuándo y cómo fue vuestro primer encuentro?

Como dije antes, en mis cartas yo no incluía mi número de teléfono. Esperaba que ella me contestase por la misma vía, pero no fue así. Sorprendentemente, una mañana llamó a la puerta de mi casa el hermano de Marta. Ella lo había enviado para poder contactar conmigo. Yo no me encontraba allí en ese momento y mi madre, que no sabía nada de todo esto, muy a regañadientes, le dio a este señor nuestro número de teléfono. Pocos días después recibí la primera llamada de Marta. Poder hablar con ella supuso para mí una gran emoción. Encontré a una persona con gran facilidad de palabra, con una mente muy clara y un trato muy cercano. Me dijo que el contenido de mis cartas le había hecho ver que yo había entendido perfectamente la historia y la forma de ser de Agustín Penón y por eso había decidido ponerse en contacto conmigo. Creo que tuve suerte, le caí bien y conseguí ganarme su confianza, cosa que no era nada fácil. Inmediatamente empezó a hablarme de sus proyectos; una exposición sobre la maleta de Penón, la preparación de la segunda edición del libro, la publicación del epistolario entre Agustín y Emilia Llanos… Por supuesto me ofrecí inmediatamente para colaborar con ella en todo lo que necesitase. A partir de ahí comenzó una relación de amistad que llegó a ser muy profunda y que se prolongó durante más de diez años.

A pesar de todo debo decir que sólo vi a Marta en persona en dos ocasiones; la primera fue en la inauguración de la exposición sobre Agustín Penón que se celebró en la Casa de los Tiros de Granada. La segunda fue cuando fui a visitarla al hospital tras sufrir un accidente que le provocó una fractura de cadera.

 

 

                                   

«Querido Ángel, una de las cosas más valiosas que he encontrado en la vida es tu amistad. Una amistad que ha ido creciendo y fortaleciéndose con los años día a día. Un abrazo tan largo y tan ancho como mereces tú.Granada, agosto de 2015. Marta»

—En los últimos años de Marta, colaboraste con ella… ¿Cómo fue?

Desde el inicio de nuestra relación y dado el gran interés que yo continuamente mostraba por su trabajo, Marta entendió que podía contar conmigo para todo lo que necesitase. Era un placer y un privilegio poder participar en la continuación de un proyecto que se había convertido para mí en una pasión, y sobre todo «a las órdenes» de una persona tan especial.

Marta era ciega, y aunque disponía de la imprescindible colaboración de Virginia, su secretaria, quien se había convertido en mucho más que sus ojos, pues era sin duda alguna su persona de confianza, recurría continuamente a mí. Así, por ejemplo, siempre que preparaba un artículo para publicar en algún periódico, antes me enviaba un borrador para que yo le diera mi parecer. También me pedía que le buscase información en Internet o en la biblioteca sobre un determinado personaje o cualquier tema sobre el que quería escribir. Le envié fotografías en varias ocasiones para incluirlas en los libros que publicó (en la segunda edición de MOF y también en «El enigma de una muerte»).

A veces me llamaba de forma precipitada a mi casa y me decía «Ángel, vete ahora mismo al kiosco y cómprate El País, que se ha publicado un artículo en el que se habla de Agustín. Luego me llamas y me dices qué te ha parecido…» Incluso me hizo llegar a través de Virginia un borrador de su último libro antes de enviarlo a la editorial para que le diera un repaso y mi opinión. Recuerdo que le dije que me había interesado mucho la correspondencia entre Agustín y Emilia Llanos, pero que mucho más me había gustado conocer sus recuerdos e impresiones sobre Agustín cuando se vieron en Madrid.

Pero sobre todo hablamos mucho, en cientos de ocasiones. Fueron más de diez años de amistad y llegamos a tener una relación que llegó a ser casi familiar. 

—¿Cómo era la Marta que tú conociste?

Marta era una mujer frágil, con una energía que, sin ser desbordante, nunca se agotaba, y que le permitió afrontar las muchas dificultades que la vida puso en su camino, sobre todo en sus últimos años. Era su sentido de la justicia y la lealtad lo que la impulsaba a seguir adelante. Tenía mucho carácter y una sensibilidad extrema y siempre reaccionaba frente a aquellos que ella consideraba que no habían tratado bien a Agustín o que se habían aprovechado de su trabajo sin haberle hecho justicia. Para algunas cosas era muy reservada y muy celosa de su intimidad, debido, principalmente a que sus circunstancias personales no eran las mejores.

 Creo que la vida no fue justa con ella y siempre se sintió sola. A menudo percibí en nuestras conversaciones un trasfondo de tristeza en sus palabras. Por eso conectó tan bien con Agustín a pesar de haber coincidido con él en muy pocas ocasiones. Ambos se parecían mucho. Ambos fueron personas generosas que dieron a la vida mucho más de lo que la vida les devolvió.

 —Su muerte te afectó mucho. ¿Qué recuerdos tienes de ella?

Marta nos dejó un día de agosto de 2016. Pocos días antes la llamé y me dijeron en su casa que no se encontraba bien, que se había caído y que se había vuelto a romper la cadera. Aquello no era indicio de nada bueno y así lo sentí. Era la primera vez que yo la llamaba y no quiso (o no pudo) ponerse al teléfono.

A partir de ese momento todo cambió. Ella era mi vínculo directo con Agustín y ahora que ya no estaba dejé descansar esa historia durante mucho tiempo. Casi pretendí olvidarla. Pensé que todo lo que había que decir sobre Agustín ya lo había dicho Marta y que poco o nada quedaba por hacer porque nadie más que ella podía hablar de él con el suficiente conocimiento para hacerle justicia. Consideré que hasta aquí habíamos llegado. Guardé los libros de Marta, los recortes de prensa que me envió, los libros de cuentos que me regaló… De todo ello me quedaba un bonito recuerdo. Fue hermoso mientras duró, y era hora de dejarlos descansar a ambos, a Marta y a Agustín. Así lo sentía yo entonces.

Pero me equivoqué… Y me equivoqué por mucho, cualitativa y cuantitativamente. Ahora sé que lo justo no es sólo recoger el testigo de Marta para difundir el trabajo y la figura de Agustín Penón. Ahora, tan importante es hacer justicia a Penón como hacer justicia a Marta Osorio. Yo no lo sabía, pero ya había alguien que se estaba encargando de ello.

Hace un par de meses, y de forma casual tecleé en Google el nombre de Agustín. Automáticamente el buscador me dirigió al video de una tertulia de tres personas que demostraban un conocimiento y una pasión por el trabajo de Penón y de Marta Osorio que a mí se me antojaban extraños. Durante el tiempo en el que Marta y yo compartimos sentimientos por Agustín yo percibía que su historia era algo que nos pertenecía íntimamente y casi en exclusiva a nosotros dos. Para bien o para mal (para bien, por supuesto), esa exclusividad no era tal.

Esas tres personas que frente a mi hablaban apasionadamente de algo que yo tan bien conocía pero que de forma casi deliberada había abandonado integraban, entre otros, la asociación «Amigos de Agustín Penon y Marta Osorio». Descubrí su página web y decidí escribirles. Me contestó nuestro Juan Carlos, que desde ese día me enredó. Y aquí me hallo…

Juan Carlos, Isabel, Marta (González Novo), Enrique y otros amigos se han empeñado en intentar devolver a Marta y Agustín parte de lo que ellos dieron por otros. Es justo. 

Marta dijo en el documental de Isabel Martínez Reverte: «… Yo soy un reflejo de un reflejo…» Agustín dedicó su vida a hacer justicia a Federico, y ello le supuso la ruina económica y personal. Marta ha dedicado los últimos años de su vida a recordar y reivindicar a Agustín y recibió muy poco a cambio. Marta dijo en una ocasión que Agustín fue un perdedor. El trabajo de Marta ha sido un regalo para todos nosotros, pero ella perdió. 

«Cuando creí alcanzar perdí.

Una vez, dos veces, tres veces.

Y así podría ser siempre».

 

                                Marta Osorio